Ave Fénix
Es 26 de julio, el día más caluroso en lo que va corrido del año, el movimiento de mis piernas delata mi inconformidad con el ambiente, así que prefiero verla a ella. Tiene la mirada fija en su cuaderno, no se le ve ni parpadear. Absorta en sus pensamientos, no se deja incomodar por la pesadez del aire, me gustaría saber, si es por las múltiples ideas que se apoderan de su cabeza, ya que me dolería saber, si es por falta de ellas.
La veo a diario y veo su sufrimiento, ya no es la misma niña inquieta que era difícil mantener en un solo lugar y que se asombraba por cada suceso de nuestra existencia. Su brillo se ha ido apagando, su sonrisa es cada vez más fría, creo que se ha dejado invadir por el miedo. Sus silencios eternos y su mirada cristalizada por culpa de las lágrimas que la visitan a diario, no me permiten tener pensamientos claros sobre cómo ayudarla. Qué mezquino soy al reducir sus sufrimientos, pensando que solo yo puedo ayudarla, si con sus silencios solo pide que enmudezca.
Escribir por largos periodos es señal de estar a punto de tomar decisiones drásticas y aunque me alegra que salga del pernicioso bucle en el que se encuentra, solo espero que dentro de sus planes siga estando yo. Me gustaría que contara conmigo y poder aconsejarla, me es difícil entender su actuación, sobre todo por todo lo que calla. Pero aquí no quepo yo, esta decisión solo le pertenece a ella y tendré que conformarme con el resultado.
Ella sabe que estaré aquí inquebrantable, que estaré fuerte para sostenerla si cae, la tomaré entre mis brazos las veces que sea necesario para curar las nuevas heridas que esta batalla interna le dejaran.
Hace más de diez años me embarqué en esta aventura. Me dejé embelesar por su locura y su forma de afrontar la vida, pues no había obstáculo alguno que no la dejase seguir su camino y aunque algunas veces la vi llorar, al día siguiente veía a la mujer más fuerte que jamás conocí.
Iniciar su vida desde cero no le costó tanto, como le está costando ahora enfrentarse a sus miedos, pues sabe que antes no tenía nada que perder y ahora ella piensa que puede perderlo todo. Si tan solo se percibiera, como la percibo yo a ella, se lanzaría al vacío, porque sabría que de su espalda saldrían alas que la ayudarían a volar más alto de lo que ha volado ya sin ellas, pero se angustia tanto, que el sacrificio es su castigo.
Quiero seguir creyendo que es otro punto de inflexión y aunque esta vez, el cuadro depresivo es más largo de lo habitual, espero que cuando salga, se muestre como un ave fénix y revele al mundo el ser excepcional que es. Porque morir y renacer de las cenizas varias veces como la he visto hacerlo, no es para débiles.
Los días en que despierto junto a ella estoy de mejor ánimo, la vida es más ligera y siento que me va mucho mejor. Su rostro y su voz con un «buenos días» me alimenta el alma y en las noches su figura desnuda cuando se levanta en medio de la oscuridad me hace sentir, afortunado de tener a tan preciosa mujer.
Sé, que no le gusta mirarse al espejo, no cree ser atractiva y mucho menos sexy, si supiera la capacidad que tiene para volver loco a cualquiera, entendería lo poderosa que es.
L. J. Rodríguez