Alguien me preguntó, si era de ciudad o de pueblo
yo, sin vacilación, respondí que de ciudad
luego pensé, que mi afirmación, me hacía ser parte del cemento
de las columnas y la planeación de ese espacio inventado,
de ese espacio artificial.
Pertenezco a quienes la dibujaron, pertenezco a quienes la construyeron, seguramente los restos de mi piel, mis cabellos y mis uñas, hacen parte de esa urbe.
Mis memorias, se encuentran ligadas al metal de los marcos de las puertas, de las ventanas, del colegio y de la iglesia,
Tal vez las partículas que mi cuerpo ha desprendido hagan parte del asfalto por el que hoy caminen otros,
Mientras yo camino por el asfalto y sobre las partículas de desconocidos.
Luego, quisiera ser de pueblo, pues mis trizas regresarían a la tierra, regresarían a su origen.
Mis cabellos no estarían esparcidos ni por el pavimento, ni por las cloacas de la ciudad, poco a poco cada partícula de mí iría regresando sin prisa y de a poco a su destino final.
L. J. Rodríguez