No. I

No. XIII

 

 A mi niña le enseñaron que el amor roba el aliento, cierra los pulmones y coloca mariposas en las entrañas.

Le dijeron que pulir su escultura era necesario y cuidar sus movimientos, obligatorio.

Le aseguraron que el amor vale la pena, y si no duele, no es auténtico.

La instruyeron a besar sapos para obtener al príncipe de sus sueños.

A mi niña no le explicaron la diferencia entre realidad y fantasía.

 

La mujer en que se convirtió mi niña aprendió a liberar mariposas y cerrar heridas.

Comprendió que la sensualidad de un cuerpo desnudo no tiene dimensiones.

Descubrió que el amor desata nudos y emancipa, y que a su vez es tonto e imperfecto.

Un ‘Sancho’ la ayudó a ver sus molinos, desapareciendo a los gigantes y a encontrar sus aventuras en su propia realidad.

Mi niña hoy vuelve a ser feliz.

 

 

L. J. Rodríguez

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